En esta época de festividades parece que es normal ir a comer con los amigos para despedir el año, disfrutar las fiestas o celebrar la entrada del 2012.
El día de nochevieja quedamos con unos amigos para comer que venían de Madrid y también otros que viven en nuestra ciudad pero que no vemos tanto. Por no coger el coche fuimos a un restaurante cerca, en el barrio de Benissaudet.
Fuimos a Vinos y Risas, más vinos que risas desde luego. El sitio es un restaurante muy bien montado, acogedor, donde las botellas de vino son las protagonistas del lugar. Al ser un día donde la protagonista es la cena, no había mucha gente comiendo. Una pareja que se levantó cuando llegamos y dos hombre comiendo en otra mesa. Tienen un salón en el interior pero estaba vacío, preparando la cena de esa noche.
Comenzamos a pedir y algunas de las cosas que estaban en la carta ya no estaban, aunque aún no la habían cambiado.
De comida estábamos servidos y era el momento de elegir el vino. Tras pedir la botella el camarero la abre y se le rompe el corcho. En vez de cambiarla la deja en la mesa, teniendo que pedir que la cambie ya que el vino estaba manchado. El dueño la cambia pero llega el primer fallo oficial, no retira la defectuosa. Llegó un momento que no sabíamos cual era la manchada y cual no.
La comida comenzó a llegar, muy buena aunque sí es cierto que esperábamos más cantidad en los platos. Muy bien presentados pero un poco escasos. Además el tiempo de espera entre plato y plato fue muy prolongado, casi te dejaba hacer la digestión y eso que, tal y como he comentado al principio, no había casi nadie.
Las brochetas de pollo fue el último plato y digo último porque no pienso volver. Pedimos varias cosas y entre nosotros el dueño se hizo un poco de lío con la comanda y nos apuntó 3 brochetas en vez de dos. Cuando nos trajo la primera le dijimos que sólo faltaba una, por lo que vino a recriminarnos que no, que habíamos pedido 3 y que ya estaban hechas.
A los minutos aparece la segunda brocheta. Al cortarla no parecía pollo por la dificultad en su corte y el problema es que estaba cruda, pero cruda cruda. Nos dice que lo pongamos en el plato y nos la vuelve hacer. Nos trae la tercera brocheta y también estaba cruda. ¿Pero no había dicho el dueño que ya las tenían hechas?
Se la llevan y nos traen de nuevo las 2 brochetas refritas pero hechas, eso sí, con un trozo menos de carne. No se lo pedimos porque no teníamos hambre.
Al rato cuando fueron a retirarnos los platos fue el remate para no volver al restaurante. Viene el dueño y nos dice:
"Veis como al final os habéis comido las brochetas. Un poco forzados pero os las habéis comido"
Conclusión, un restaurante menos al que ir. Un poco de humildad no le vendría mal a más de uno, más que nada porque si nos hubieran tratado un poco mejor, sólo un poco, podría recomendar el local. De esta forma no.
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